Los Nazis Prietos

Por Pomponio

Muchas veces he afirmado que el PAN fue fundado en 1939 por ex terroristas cristeros con el dinero de petroleros gringos como Prescott Bush, el abuelo del actual presidente Bush. Estos plutócratas lo que deseaban era poder nulificar la expropiación que había recién llevado a cabo Lázaro Cárdenas. Sin embargo, de acuerdo a las revelaciones del investigador William F. Wertz, no fueron solamente los petroleros gringos los que parieron al PAN. También estuvieron involucrados el führer Adolfo Hitler y el caudillo Francisco Franco.

Por supuesto que los nazis alemanes ahora ya solo existen en las viejas películas. De esta terna maldita que ayudó al PAN a nacer quedan todavía los petroleros gringos y la falange española. Como veremos en esta serie, fecal le debe a estos hijoeputas hasta su lema de campaña, lo de “manos limpias”.

En 1934 Hitler mandó llamar al general von Faupel a la chancillería en Berlín. Este von Faupel había sido inspector del ejército argentino, miembro del estado mayor del ejército brasileño, e inspector también en el ejército peruano. Sólo le faltaba ser almirante de la marina boliviana o presidente de una republica bananera. Así pues, von Faupel conocía perfectamente como se cuecen las habas al sur del Río Bravo y hablaba además un español perfecto.

¿Y por qué Fito mandó llamar a este fulano? Pues verán, Fito, tenía la opinión de que “México es el país más rico de la tierra pero está lleno de huevones. Con una mano dura México podría ser potencia y Alemania puede proporcionar esta mano dura.” Como ven, Fito se equivoco gacho. Hoy tenemos una (dizque) “mano dura” en el gobierno y sin embargo el crecimiento económico mexicano es menor al de Haití. Ningún pendejo (ahí esta el detalle, joven) con “mano dura” levantará el país.

Alemania no tenía una flota para desembarcar un ejército en Veracruz. Igual que el secretario de estado gringo, Lansing, el fuhrer llegó a la conclusión que, para controlar México, lo que había que hacer era controlar un solo hombre: el presidente. Teniendo a éste de pelele, el resto del país se podía mangonear.

Von Faupel aconsejó al fuhrer que para apoderarse de México, había que hacerlo a través de España. Las clases gobernantes de México, explicó von Faupel, son puros criollos que se las dan de “muy españoles y se avergüenzan de su sangre indígena e idolatran a los gachupines”.

El agente de von Faupel en Guanajuato era un tal Helmut von Schreiter. Este fulano trabajaba como profesor de lenguas en la Universidad de Guanajuato. La primera acción de Schreiter fue organizar la Unión Nacional Sinarquista, la cual fue fundada en León, Guanajuato, el 26 de mayo de 1937. La lana para estos nazis prietos la proporcionaba Schreiter y él a su vez la recibía de la embajada alemana en la Ciudad de México.

Hitler le encargó al general von Faupel el apropiarse de México. Este le sugirió que lo hiciera a través de España pues las clases gobernantes mexicanas se avergonzaban de lo indio. La sugerencia le cayó muy bien al führer pues Carlos V, el emperador austriaco, había gobernado España y, a través de esta, a México. Y otro Habsburgo, el sifilítico Maximiliano, también había gobernado México. Y ahora Adolfo Hitler, un austriaco también, gobernaría en tierra de indios. Von Faupel se dedico a organizar la conquista de México. Mandó a un agente, Helmut von Schreiter, a Guanajuato. En 1937 Schreiter organizó la Unión Nacional Sinarquista. Veamos ahora la conexión española.

Los nazis prietos mexicanos siempre han sido muy culoprontos con los gachupines. Por ejemplo, los cristeros se fusilaron su grito de guerra, ¡Viva Cristo Rey!, de los rebeldes carlistas de la España del siglo XIX. Salvador Abascal, líder de los sinarquistas de 1939 a 1941, incluso escribía: “…la salvación de México está en reafirmar su espíritu católico…y como el catolicismo lo recibimos de España, debemos reafirmar el espíritu hispanista…Franco fue quien restauró (con tropas moras) la hispanidad en España…con España tenemos relaciones de tipo ideológico y místico (amen y besitos y mano sudada)…”

En 1939 se fundó el Partido Acción Nacional. El programa inicial del PAN proponía un estado corporativista (fascista) y hacia un fetiche de la hispanidad (indios = fuchi). Entre los contribuyentes al PAN estaba la Falange Exterior, a través de la cual Franco organizaba el nuevo imperio español en las Indias. También contribuyeron los sinarquistas de Salvador Abascal, que comían caliente por la embajada alemana en México.

Es importante destacar que entre los firmantes del acta constitutiva del PAN se encuentran los nombres de un miembro del partido nazi, Helmut von Schreiter, y de dos hacendados españoles miembros de la Falange, los hermanos José y Antonio Trueba y Olivares. Los nazis arios y los nazis prietos, junto con los gachupines franquistas, fueron los padrinos de bautizo del PAN.

En octubre de 1941, el agregado naval gringo en México, Harold P. Braman, hizo un reporte sobre los nazis prietos: “…los sinarquistas mexicanos son un grupo totalitario bajo el control de la Falange…ésta diseñó el programa sinarquista y busca crear un estado totalitario en México controlado por España…esto sería parte de un nuevo imperio español que a su vez sería controlado por Alemania…el Partido Acción Nacional es clave en los planes de la Falange…las órdenes que les transmite Madrid en realidad vienen desde Berlín…”

Según Braman, Salvador Abascal, el nazi prieto mexicano, era un títere ideal: “…Abascal obedece sumisamente las órdenes que le dicta la Falange española…” Salvador Abascal fue el prototipo del dirigente mexicano pelele que le daba las nalgas con entusiasmo a España y, a través de ésta, al Tercer Reich. El sueño húmedo del führer, de gobernar en tierra de indios, se hacía realidad.

Hitler y Franco llegaron tarde al cortejo de los nazis prietos. Estos ya tenían años dándole las nalgas a los gringos. Aún hoy los nazis prietos se encuentran divididos en su lealtad. Tienen que darle las nalgas tanto a CREPSOL como a Jalisburton.

Examinemos la conexión con los gringos. Esto llevará varias entregas. Veremos como la guerra cristera fue hecha nomás para proteger los intereses de las compañías petroleras gringas. Dejen les cuento…

William F. Buckley, padre, fue un tejano que se vino de picapleitos a México. En Tampico se dedicó a coyotear para las compañías petroleras. Luego creo su propia compañía petrolera, la Pantepec Oil. Buckley, irlandés y muy católico, era compañero de borrachera de Victoriano Huerta. Cuando la intervención yanqui en Veracruz, ¡Huerta le pidió que representara a México en las platicas de paz!

Después de la caída de Huerta, los mexicanos se dieron una nueva constitución. Esta tenía un articulo, el 27, que le causaba escozor a Buckley, el petrolero. También, la nueva constitución tenía otros artículos, el tercero y el 127, que le llenaban el buche de piedritas a Buckley, el ultra católico. Buckley empezó a agitar en contra de la constitución del 17.

Para 1921 Obregón, el presidente, mandó a la chingada a Buckley y le aplicó el 33. Buckley se fue a quejar con el departamento de estado: “…los estadounidenses debemos poder decidir que hacer en México sin tener que consultar con los mexicanos…” (¿Y quieres también tu nieve de limón?)

Por otra parte el manco tenía problemas. Por principio, los gringos no reconocían su gobierno. Y en el norte vivía un cabrón que le quitaba el sueño: Pancho Villa. A diario Obregón recibía reportes sobre las actividades de Villa: “…hoy Villa se fue a Parral… hoy Villa cagó aguado… hoy Villa se volvió a casar…”

Pancho les tenía una tirria tremenda a los gringos, sobretodo a los petroleros. Había intentado tomar los campos petroleros de la Huasteca Veracruzana. Las petroleras habían proporcionado armas, parque, y dinero a los adversarios del centauro. El compadre de Villa, Tomás Urbina, intentó tomar el Ébano y capturar Tampico, pero fue derrotado.

Las petroleras le dieron un ultimátum a Obregón: Villa era un peligro para la Standard Oil y tenía que morir y el artículo 27 tenía que ser uno de esos de “obedézcase pero no se cumpla”. Un 20 de julio de 1923 Melitón Lozoya, por orden de Obregón y para apaciguar a la Standard Oil, venadeó a Pancho en Parral (“…Parral me gusta hasta para morirme…”). Muerto el centauro, los gringos mandaron emisarios a México. Obregón firmó los tratados de Bucareli y a cambio los gringos reconocieron el gobierno del manco.

Obregón se dobló ante los petroleros. No le haría de tos con el artículo 27. Sin embargo, todavía no se había resuelto la bronca con el artículo tercero y el 130.

No cabe duda, Payne y Warren, los dos delegados gringos durante las pláticas de Bucareli en el verano de 1923 humillaron a Obregón. El articulo 27 seria de los de “obedézcase pero no se cumpla”. Presente en todas las discusiones estuvo presente el también sonorense don Adolfo de la Huerta, que fungía como secretario de hacienda.

El 20 de julio de 1923 muere Pancho Villa, cosa que satisface a las compañías petroleras gringas y le quita un peso de encima a Obregón. El 14 de agosto se firman los tratados de Bucareli. El 31 de agosto los gringos reconocen al gobierno de Obregón. El 27 de septiembre, don Adolfo de la Huerta renuncia a la secretaria de hacienda, disgustado con Obregón por haberles dado las nalgas a los gringos.

De la Huerta le había concedido el indulto a Pancho Villa y le había dado la hacienda de Canutillo. El centauro, se decía, le había dicho muchas veces que “estaba a sus órdenes, Don Adolfo, para lo que se ofrezca”. Pero ahora el centauro estaba muerto.

Ese otoño de 1923 comenzó la campaña presidencial. El candidato oficial era el secretario de gobernación, Plutarco Elías Calles. Don Adolfo se postuló y sería el principal oponente. Lo que sigue es muy familiar.

En su primer mitin, de la Huerta llenó el Zócalo, sin necesidad de acarreos. Calles no llenaba ni un tranvía. En ese entonces no había PEMEX, cierto, pero la gente estaba consciente de que el artículo 27 decía que el petróleo les pertenecía. Los gringos, entonces, se estaban robando su patrimonio. La escena se repitió en cuanta plaza visitaba don Adolfo. El gobierno se asustó.

¿Qué hizo el gobierno? Pues inventó una acusación pendeja en contra de Don Adolfo. El 19 de noviembre Don Adolfo se tuvo que presentar en el congreso. Su sucesor en Hacienda, Pani, lo acusaba de haberse robado varios millones de pesos. En un discurso magistral, Don Adolfo deshizo todas las acusaciones y hasta salió aplaudido. Igual que AMLO después del desafuero, su suerte estaba sellada. La dupla Obregón-Calles iba a evitar a toda costa que llegara a la presidencia.

Por aquellos años nadie conocía a Gandhi o la resistencia pacífica. Y se trataba del México post revolucionario, lleno todavía de gente con huevos. Así fue que, a finales de 1923, el pueblo mexicano se alzó en armas para defender su petróleo. Eso fue, en esencia, la revolución delahuertista.

La revolución cundió en toda la república principalmente en Veracruz y los otros estados del sur. En el norte Hipólito Villa, Nicolás Rodríguez, y Manuel Chao, los caudillos de la división del norte se alzaron en armas. Pero Pancho ya había muerto. Y el gobierno recibía parque de los gringos. La rebelión poco a poco fue derrotada. En marzo de 1924 don Adolfo de la Huerta salió al exilio.

Aun después de los tratados de Bucareli, la letra del artículo 27 seguía sin cambio. La propiedad del petróleo, decía éste, correspondía a la nación. Hoy en día los nazis prietos siguen insistiendo en hacer de este artículo letra muerta.

A finales de 1924 Plutarco Elías Calles asumió la presidencia. Calles fue, indiscutiblemente, un grandísimo hijoeputa. Tenía, sin embargo, dos virtudes: era comecuras y era (a su modo) nacionalista.

Aunque Obregón había doblado las manos, Calles impulsó la ley petrolera del 26 de diciembre de 1925. Bajo ésta, los concesionarios petroleros, en su mayoría gringos y británicos, tenían que renegociar su contrato. También, Calles había estando mandando ayuda a la resistencia nicaragüense que se oponía a la invasión yanqui ahí. Como quien dice, Calles se estaba poniendo muy gallito para el gusto de los gringos.

El primero que tomó cartas en el asunto fue nuestro viejo conocido, William F. Buckley. Hay que recordar que Buckley perdió una fortuna cuando Obregón le aplicó el 33 y lo mandó a la chingada. Buckley empezó a agitar entre los grupos más católicos y retrógrados de EEUU para que apoyaran el derrocamiento de Calles. Un reporte del departamento de justicia norteamericano fechado el 19 de agosto de 1926 indicaba que “…los caballeros de Colón han juntado cinco millones de dólares para derrocar al gobierno mexicano…”

Mientras tanto, en México, los nazis prietos se habían organizado en varias organizaciones subversivas. La más notoria era la Liga de la Defensa Religiosa bajo el liderazgo de un orate rabioso llamado René Capistrán Garza.

Buckley se reunió con Capistrán Garza en San Antonio y le ofreció ayudarlo a recaudar fondos y comprar armas y parque. El pretexto siempre sería la defensa de la religión pero en realidad se trataba de asegurar el petróleo. Tan obvio era esto que Buckley también le ofreció financiamiento a Manuel Peláez, el cacique que gobernaba la Huasteca veracruzana para que se levantara en armas. Esa intentona fracasó y el gobierno le dio un estatequieto a Peláez.

El gobierno se enteró de lo que estaba pasando. Los nazis prietos decidieron hacer una prueba de fuerza. Con la presencia del nuncio papal, Monseñor Filipi, pusieron la primera piedra al monumento a Cristo Rey en el cerro del cubilete. La ceremonia, al aire libre, violaba varios artículos de la constitución. La respuesta del gobierno fue contundente: le aplicaron el 33 al nuncio papal.

Los curas siguieron queriendo causar una confrontación. El siete de enero de 1926 el arzobispo Mora y del Río mandó, por primera vez en México, a la chingada a las instituciones. Declaró al Universal que “ni los obispos ni los fieles obedecerán los artículos tercero, 27 (ojo), y 123 de la constitución.” Esa noche el arzobispo cayó en el bote y fue el inicio de la guerra cristera, una guerra orquestada y financiada por los petroleros gringos.

A principios de 1926 el arzobispo Mora y del Río le declaró la guerra al gobierno y se inició la insurrección cristera. Como hemos visto, esta estaba financiada desde el exterior por inversionistas petroleros como William F. Buckley. La intención era que Calles se arrugara y ya no se portara tan gallito.

Durante dos años la república se vio enfrascada en una guerra completamente inútil y pendeja (como la guerra contra las drogas de fecal). Los cristeros eran gavillas de terroristas que se dedicaban a asolar las poblaciones del bajío. Bien documentados están los numerosos crímenes de estos hijoeputas. Solían matar, violar, o desorejar a los maestros rurales. También fueron responsables de una matanza horrible cuando descarrilaron el tren a Guadalajara y quemaron vivos como a 200 mujeres y niños que iban abordo. ¿A semejantes hijoeputas les quieren hacer los PANistas santuarios?

En 1927 los gringos mandaron a un grandísimo zorro como embajador en México. Este era Dwight Morrow, un ex banquero afiliado a la casa financiera J. P. Morgan (a la que México le debía dinero). Y digo que era un zorro porque Morrow se hizo pasar por un “gringo bonachón”, amante de la cultura mexicana. Anduvo lambisconeando a Frida y Diego y les compró muchas obras, se hacia fotografiar en las chinampas de Xochimilco, etc.

Por ese entonces el servicio de inteligencia mexicano no eran como los pájaros nalgones del CISEN hoy en día e infiltraron la embajada yanqui y encontraron evidencia de los planes de invasión gringos. Desembarcarían en Veracruz y Tampico y para apropiarse de la Huasteca, donde estaban los principales yacimientos. Luego se buscaría a un nazi prieto dispuesto a proclamar una “Republica del Golfo” que estaría bajo “la protección” yanqui.

En su primera entrevista Calles confrontó a Morrow con la evidencia. “Señor embajador, me tomará tan solo unos minutos el transmitir por telégrafo la clave ‘veneros’ a todas las zonas militares del golfo. Tengo entendido que usted sabe que significa ‘veneros’.”

“Señor presidente, ‘veneros’ es la orden para que le prendan fuego a los pozos y refinerías.”

“¿Y bien?”

Morrow palideció y contestó hábilmente. “No creo que tengan que llegar las cosas a ese grado. Usted tiene un problema con los cristeros. Es cosa de que su posición respecto al petróleo se ‘flexibilize’ y nosotros estaríamos dispuestos a mediar con la iglesia.”

En efecto, Calles se “arregló” a su vez con los gringos y el 3 de enero de 1928 firmó una “reforma petrolera” que los exentaba del artículo 27. A cambio, el 4 de abril de 1928 Morrow concertó una reunión entre Calles y el padre John J. Burke, dirigente de la Conferencia Católica estadounidense.

Fue así como poco a poco se apaciguó la insurrección cristera. Los cruzados de Cristo Rey fueron unos terroristas salvajes. Los muy pendejos fueron usados como carne de cañón por las petroleras.

Calles no fue el único que se quiso arreglar con el embajador Morrow para terminar la cristiada. Obregón reconoció que los cristeros no eran sino una gavilla al servicio de los petroleros gringos. Recién reelecto, quedo de entrevistarse con Morrow el 17 de julio de 1927, despuecito de un banquete que le ofrecían en el restaurante La Bombilla. Por supuesto, el manco no acudió a la cita. El nazi prieto de León Toral se encargó de que no fuera.

Las malas lenguas aseguran que cuando vieron caer a Obregón, algunos incondicionales de Calles le vaciaron también la pistola para asegurarse de que no sobreviviera (el cadáver tenia mas balas que las que disparó Toral). El caso es que el turco quedo con el sartén por el mango. Viendo lo que le pasó a Obregón por querer reelegirse, Calles ideó el gobernar a través de peleles: Portes Gil, Abelardo Rodríguez, y Pascual Ortiz Rubio (este ultimo era conocido como “El Nopalito”). Calles, llamado “el jefe máximo de la revolución”, siempre tenía un puesto clave en el gabinete del pelele en turno (gobernación, Banco de México, etc.), y no se hacia nada sin consultarlo.

Calles seleccionó a un ex brigadier michoacano que se había distinguido en la guerra cristera para ser el próximo presidente: Lázaro Cárdenas. Este general, hay que apuntar, había sido muy amigo de Don Adolfo de la Huerta.

Se cuenta la anécdota de que, en agradecimiento por indultarlo y darle la hacienda de Canutillo, Pancho Villa le regaló a Don Adolfo de la Huerta su yegua favorita: la Siete Leguas. Un día Cárdenas visitó a de la Huerta y le gustó la yegua. Tal vez Cárdenas recordaba que Villa, montando en esa yegua, había derrotado, después de la batalla de Agua Prieta, a la caballería carrancista que mandaba Cárdenas.

De la Huerta, siempre generoso, le ofreció la yegua a Cárdenas: “Llévesela, general, es mucha yegua para mí. Se necesita un jinete muy bragado para montarla.” Así fue como la Siete Leguas acabó sus días en Jiquilpan.

Cárdenas iba a demostrar que era “un jinete muy bragado” pues decidió que no sería un pelele. Y Cárdenas no se olvidaba que Don Adolfo se había alzado en armas en protesta por la forma en que Obregón le dio las nalgas a los petroleros con los tratados de Bucareli.

¿Pero cómo quitarse al turco de encima? En el gabinete de Cárdenas había muchos callistas: Garrido Canabal, Pani, el hijo de Calles, etc. Y como Calles se había arreglado con los gringos, estos apoyaban a “Mexico’s strong man”.

Cárdenas había estado cultivando a los líderes obreros. Estos antaño habían seguido a Obregón y no estaban muy a gusto con Calles. Cuando el turco hizo unas declaraciones en el sentido que no le parecía bien que le dieran tantas alas a los obreros, Cárdenas vio su oportunidad.

Para deshacerse de Calles, “el líder máximo de la revolución mexicana”, Cárdenas organizó toda una alianza de líderes obreros y militares que le eran fieles. Después de unas declaraciones de Calles en el sentido de que a los obreros se les estaban dando mucho apoyo, Cárdenas armó un escándalo en la prensa (en otras palabras repartió chayote). El asunto creció. Finalmente, argumentando que se ponía en riesgo la gobernabilidad, Cárdenas le pidió la renuncia a todo su gabinete, que incluía a prominentes Callistas.

La mera verdad, el turco estaba muy enfermo a esas alturas y tal vez ya ni quiso meter las manos. Sufría de sífilis, enfermedad que en aquellos tiempos no tenía cura. El acabóse fue cuando el gobierno le “invento” que estaba haciendo acopio de armas. Era el prototipo de los quinazos. Calles ya no quiso saber más y se largó a curarse a Los Ángeles.

Entre los incondicionales de Calles se encontraba un furibundo comecuras, Tomas Garrido Canabal, secretario de agricultura. Es menester recordar algunas de las acciones que tomó Garrido Canabal para hacer que Tabasco, su estado natal, progresara. Por principio, Canabal expulsó a todos los ministros de culto extranjero. Estos eran en su mayoría curas gachupines. Segundo, ordenó que se limitara el número de sacerdotes en Tabasco. No iban a ser más de 13 en todo el estado: si Cristo la había hecho con 13 discípulos, Tabasco bien podía contentarse con este número. Tercero, ante las muchas denuncias de abusos sexuales por parte de los curas, Canabal ordenó que sólo se podían quedar si se casaban. Cuarto, Canabal castigó con la cárcel a los padres que no mandaran a sus hijos a la escuela. Y quinto (algo que no me parece bien) puso graves multas contra los borrachos. ¡No hay derecho!

Canabal también se preocupó por introducir ganado de raza fina y granos mejorados a Tabasco. El resultado pronto se hizo evidente. Para principios de los cuarenta, Tabasco era en verdad un edén, con la más alta taza de alfabetismo (superior al DF) en la república y con muy pocos católicos fanáticos esparciendo su oscurantismo. A pesar de que Cárdenas no quería revivir la bronca con la iglesia, no podía negar los muchos meritos de Canabal. Cárdenas le ofreció reincorporarlo al gabinete. Canabal, sin embargo, también era leal y prefirió exiliarse a Costa Rica pues le era fiel a Calles.

Fue así que Cárdenas, con una presidencia robustecida y sin la sombra del jefe máximo, se dispuso a hacer realidad las promesas de la revolución mexicana. Fue en su sexenio cuando se llevaron a cabo los mayores repartos de tierras y se impulsó la educación tanto rural como en las universidades públicas. Faltaba la recuperación del petróleo. Los focos rojos se encendieron en las compañías petroleras. Había que reactivar a los nazis prietos para oponerse a Cárdenas.

El 18 de marzo de 1938 Lázaro Cárdenas mandó a la chingada a las compañías petroleras. Estas reaccionaron con odio. Decían los extranjeros que “los mexicanos son demasiado brutos y no van a poder con la industria petrolera y nos van a llamar para que regresemos” (el mismo discurso de Reyes Herodes y Georgina.) Desde Wall Street se atacaba continuamente a México y las petroleras promovieron un boicot en su contra. No le comprarían su petróleo y no se le vendería el equipo necesario para mantener la industria petrolera mexicana trabajando.

Irónicamente, Alemania fue la beneficiada con el boicot. Cárdenas empezó a mandarle buques tanques y estos regresaban cargados con maquinaria alemana de excelente calidad. Y aunque a los mexicanos les dejaron los extranjeros pura chatarra, nadie les pidió que regresaran. Con un presupuesto ínfimo los mexicanos empezaron a explorar y perforar y a reacondicionar y construir refinerías. Y los intentos golpistas fomentados por las compañías petroleras tampoco fructificaron. Era evidente que le iban a hacer a México y a Cárdenas lo que el viento a Juárez.

Fue entonces que el fuhrer mandó a sus agentes a México. Como ya hemos notado, estos empezaron a financiar y organizar a los nazis prietos a través del sinarquismo. Sin embargo, los nazis prietos, como hemos visto, ya tenían décadas dándoles las nalgas a los gringos. Los petroleros gringos decidieron que fundarían otra organización paralela al sinarquismo que financiaba Alemania. Fue así como se fundó el Partido Acción Nazional.

Es de dar risa: el fundador del PAN, Manuel Gómez Morin, decía que “fácil podía haber nacido como un partido de izquierda”. Verán, en 1927 Gómez Morin era el apoderado legal de la embajada de la Unión Soviética en México. En otras palabras, ¡Gómez Morin era el abogado de Stalin!

Esa no es la única contradicción de Gómez Morin. Aparentemente no tenía ningún problema con que el estado - y no la iniciativa privada - fuera el rector de la economía pues en 1929 aceptó el hueso del Banco de México. Luego, en 1933, fue designado como rector de la UNAM. Sí, leyó usted bien, la misma UNAM a la que atacan hoy con saña los PANazis fue dirigida por el fundador del PAN.

Para 1939 Gómez Morin había sido corrido del sector público y daba lástimas de coyotito en los juzgados. William F. Buckley y Prescott Bush (este último el abuelo del asesino que hoy está en la Casa Blanca), ambos petroleros, andaban buscando unos nazis prietos para enfrentarse a la expropiación. Y no querían compartir el mando con la embajada alemana. Fue así como se pusieron en contacto con Gómez Morin y otros nazis prietos y nació el PAN. Esta es entonces la vergonzosa historia de los nazis prietos en México, las prostitutas más prontas a darle las nalgas a los extranjeros.

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