Guanajuato facilitó esclavos para la uva

engañados por personal del Sistema Estatal de Empleo de la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable de Guanajuato
Andrés Guardiola
En viñedo sonorense aún hay unos dos mil campesinos de otros estados que viven la misma situación
IRAPUATO. Guanajuato facilitó “esclavos” al menos a una empresa agropecuaria de Sonora, donde los jornaleros trabajan 12 horas sin descanso los 365 días del año, con una paga que únicamente les sirve para comprar alimentos, que consisten en frijol y tortillas, y encerrados con cadenas y candados en los dormitorios, rodeados de mallas, alambres de púas y vigilantes privados.
Guanajuatenses que fueron llevados a la pizca de uva en el desierto de Sonora y escaparon del encierro, denunciaron a Excélsior los abusos a los que fueron sometidos luego de que fueran engañados por personal del Sistema Estatal de Empleo de la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable de Guanajuato.
En la misma situación están casi dos mil jornaleros de otros estados.
Los trabajadores indicaron que las personas que aún laboran en aquella zona del noroeste del país llegaron debido a la intervención de los gobiernos de sus respectivos estados y el Sistema Nacional de Empleo.
Raymundo Aguilera Ramírez, uno de esos jornaleros, reveló que el anuncio donde solicitaban trabajadores agrícolas para Sonora estaba colocado en la oficina de Irapuato del Sistema Estatal de Empleo de la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable (SDES) de Guanajuato. Ahí contactó a los empleadores sonorenses, quienes prometían salario, alimentos y hospedaje en los viñedos.
El irapuatense reconoció que desde el inicio de la odisea encontró sospechosas las actitudes de funcionarios y contratistas, pero nunca imaginó los horrores que iba a vivir.
El pasado 1 de marzo, Raymundo Aguilera y 37 personas más abordaron un autobús en las instalaciones del gobierno de Guanajuato. El vehículo los llevaría al rancho de Agropecuaria Las Mercedes, a unos 20 kilómetros de Hermosillo.
Desde el pasado febrero los guanajuatenses se habían reunido con personal de la empresa y del gobierno estatal, con la promesa de que ganarían al menos siete mil pesos mensuales y vivirían en un complejo donde no pasarían hambre ni frío.
Samuel Medrano Rea es señalado como el trabajador de las oficinas del Servicio Estatal de Empleo, en Irapuato, que hizo el contacto con los responsables de Las Mercedes.
La SDES les había prometido mil 200 pesos como apoyo para cubrir sus necesidades básicas al inscribirse al programa federal, pero el pago no llegó.
Al llegar al rancho, muy cerca de la comunidad de Pesqueira, el autobús tardó al menos 20 minutos en entrar. Hombres probablemente armados custodiaban la entrada y revisaban minuciosamente la documentación.
“La carretera quedaba al menos a hora y media de los edificios que estaban en el rancho. No estaba nada cerca y todo era desierto”, destacó Antonio Cisneros.
Los “prófugos” coincidieron en que al ver el lugar donde dormirían se quedaron estupefactos, porque se trataba de habitaciones de dos por seis metros, con literas sin colchón, con espacio para 18 personas. Los guanajuatenses se instalaron, dejaron sus pertenencias y acudieron a un salón donde se les habló de higiene, porque estarían en contacto con uvas y no debían contaminarlas. Al volver a los dormitorios, muchas de sus pertenencias habían desaparecido.
Llegó la hora de la cena, en la que el platillo fue atún con frijoles y cuatro tortillas. Agua de la llave, con el argumento de que el agua de Hermosillo es tan buena que puede tomarse así.
Pero los alimentos fueron cada vez peores. Frijoles con huevo. Huevo con frijoles. Pelos, piedras y hasta uñas aparecían en las comidas que cada día les racionaban más. Los cubiertos eran desechables, pero la gente del rancho los colocaba en una tina con agua para que a la siguiente comida los volvieran a utilizar.
“Y todavía nos querían cobrar la comida. Decían que la comida no venía incluida, cuando en Guanajuato nos dijeron otra cosa. Había que pagar, pues, y ellos se lo cobraban de lo que nos iban a pagar.”
Pero el sueldo no fue el prometido, de 200 pesos diarios, sino de 50 pesos para abajo.
“Ni se quejen. Los chiapanecos nomás con que les demos de comer tienen, nos decían los capataces”, afirma Felipe Rangel, de 17 años, uno de los tres menores de edad que en Guanajuato fueron reclutados por la SDES, la cual nunca aseguró un contrato para los trabajadores, con el argumento de que iban como jornaleros.
En Sonora los guanajuatenses encontraron familias enteras, así como madres solteras que, sin opción de empleo, se dedicaban a laborar en el campo, mientras que los niños eran cuidados en guarderías.
Había teléfonos, pero sin línea.
Tampoco había una oficina de envío de dinero, como había sido pactado, porque nunca hubo un pago.
Por las noches, los dormitorios eran cerrados con cadenas y candado. A su alrededor, una malla ciclónica de tres metros de alto se levantaba, y en su parte superior se extendía alambre de púas para que nadie saliera de ahí
http://www.exonline.com.mx/diario/noticia/primera/pulsonacional/guanajuato_facilito_esclavos_para_la_uva/549698

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