CARTA A FECAL

Sr. Felipe Calderon



Ante su desafortunada e infructuosa intervención en la Escuela de Enología y Gastronomía de la UABC en Ensenada que algunos jóvenes estudiantes distraídos le aplaudieron, creo conveniente que debe usted enterarse de lo que es el vino y sobre todo de la historia de el vino Mexicano. Así que ahí le va un panorama:



La historia del vino en Mexico se ha definido -como todo en este país-, por intereses económicos y políticos siempre ajenos al interés común de Mexico y de los mexicanos. Esta es una historia de traspiés que se inicia en los primeros años de la colonia, con los frailes misioneros oriundos de España, quienes plantaron las primeras vides en lo que hoy es Parras Coahuila.



Cultivo este, el de la vid, que gracias a la benevolencia del clima mexicano, se desarrollo bastante bien y pronto se vio extendido exitosamente por los estados de Aguascalientes, Baja California, Durango, Zacatecas, Sonora, Chihuahua, Querétaro y Guanajuato. Lo cual motivo que la Corona Española prohibiera la producción de vino en la Nueva España, con el único fin de proteger los intereses de los productores europeos.



Sin embargo, la posibilidad de hacer vino no se perdió del todo, ya que los frailes de la Nueva España contaban con la prerrogativa de poder elaborar únicamente vino de consagrar, y aunque se perdió así la oportunidad de lograr la sofisticación de los productores europeos, cuando menos, esta medida permitió que algunos de los viñedos originales de la colonia se pudieran conservar.



Posteriormente en el Mexico independiente...o mejor dicho, en el Mexico de después de los sucesos de 1810, por que independientes poco hemos sido, y menos ahora con su gobierno entreguista,. pero en fin, volviendo al tema que nos ocupa, resulta que este Mexico que nos lega el Cura Hidalgo, se convulsiona en un sin fin de revueltas que producen inestabilidad económica y política que no permiten que ninguna actividad del campo progrese y mucho menos una actividad como la vitivinicultura.



Luego vienen las políticas económicas del porfiriato -que tanto se parecen a las actuales- que exaltaban la importación de los productos europeos por encima de cualquier producto nacional. Así con los grandes vinos franceses escanciándose en las fastuosas mesas de los políticos y gobernantes, quien pudiera siquiera ingenuamente imaginar que en este país se pudiera fabricar vino de alguna calidad.



Sin embargo, es en los inicios del siglo pasado (XX) cuando se establecen en el valle de Guadalupe las casas Cetto y Santo Tomas, quienes soñadores o visionarios convierten el valle en un vergel, aun con todo y que los siguientes gobiernos emanados de la revolución subían y bajaban los impuestos a capricho.



Para las décadas de los treintas y cuarentas la industria vitivinícola comienza su expansión contando para entonces con 2000 hectáreas de viñedos. Llegan los cincuentas y con ellos la casa Domecq aparece en el escenario mexicano, primero como importador y luego como productor, elaborando principalmente brandys de muy baja calidad y mucha mercadotecnia (en mi opinión).



La producción de brandys y aguardientes por ser mas redituable desplazo a la del vino como negocio, por ser estos primeros mas rentables y menos complicados. Sobre todo si se tiene en cuenta que el vino es un producto delicado, que se considera vivo y que desde su producción exige cuidados muy especiales, lo cual no le es menester a el brandy.



Cultura y mercadotecnia de por medio, hacen que el brandy y los aguardientes se posicionen dentro del gusto mexicano como productos baratos que brindan una satisfacción lúdica, antes que hedónica, eufórica y excesiva antes que ecuánime y sobria. Desplazando una vez mas al noble vino que precisa de una cultura de consumo moderado e inteligente y de una conceptualizacion separada de las demás bebidas alcohólicas.



Después de la anotación anterior, déjeme decirle Sr. Calderon que para los sesentas ya habría cerca de 100 casas vinícolas en el país, aunque la gran mayoría solo mandaban maquilar vino y lo etiquetaban con su marca. Ya en épocas mas recientes, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, las casas vinícolas del país se redujeron a 80, así mismo en esta época se supone que se cerró la frontera a la importación de vinos y destilados. (Para estas fechas yo estudiaba en el D.F. y siempre vi en todas partes productos “importados”)



Una vez sentadas las bases del neoliberalismo en Mexico le toca a Salinas abrir las fronteras y comenzaron a llegar vinos de España, Francia, Alemania y Chile de ínfima calidad y por consiguiente de muy bajo costo, que prácticamente hicieron desaparecer a la menospreciada y tenaz industria vinícola nacional. (Por supuesto que Salinas no bebía estos vinos, el comía con vinos Petrus de 3000 dólares la botella, y su homologo Zedillo, un poco mas modesto bajaba sus alimentos con vinos Vega Sicilia de la Ribera del Duero, y al histriónico-histérico esposo de martita parece que después de la coca-cola y el atole con tamales le gustan los vinos de Monte Xanic...(menos mal) así lo confirma el menú de su palaciega entronización.).



Y bueno, haiga sido como haiga sido, resulta que después de las últimas crisis, las ochenta casas que existían en el país se redujeron a menos de una decena. Empresas importantes cerraron sus puertas y otras se dedicaron a la producción de destilados a fin de hacer más sólidas y rentables sus empresas.



Sin embargo, con todo y el viento en contra, superando tiempos adversos, esta noble industria del vino ha resurgido de sus cenizas como el ave fénix. Casas como Monte Xanic, Chateau Camou, Valmar, Casa de Piedra, Mogor Badan, Liceaga, Martin del Campo y muchas otras no menos importantes que seria largo enumerar, han incentivado la producción de vinos de calidad. Su ejemplo y sus esfuerzos ha contagiado a numerosos bajacalifornianos que quieren colocar el nombre de Mexico en las cartas de vinos del mundo.







El vino Sr. Calderon, es un producto agrícola, es un alimento industrializado, es un producto cultural, y lo cultural también es turístico. Se da cuenta entonces de la cadena que usted atora con su miope visión de seguir tasándolo con esa carga fiscal tan alta como a cualquier alcohol de baja calidad gustativa y alimenticia. Ante los estudiantes, su justificación fue la gran recaudación que le aporta al erario y su afán de cuidar la salud de las finanzas públicas. Si eso es cierto, entonces no sirva el vino mexicano en sus comidas de los Pinos como lo prometió a los estudiantes, ya que nuestro vino después de impuestos resulta muy caro y la economía nacional no esta para derrochar dinero. Sirva a sus invitados un económico vino chileno, esos que vienen exentos de impuestos, y en la próxima visita del presidente Zarkozy agasájelo con un buen cabernet Gato Negro de 40 pesitos.



¡Salud Sr. Calderon!



Arq. Joaquin Fernandez Rizo

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