Todo estaba ´cocinado´ antes de las vacaciones
Carlos AvilésEl Universal
Miércoles 03 de enero de 2007
Todo estaba listo. Antes de salir de vacaciones, el 15 de diciembre pasado, una cosa era clara: Guillermo Ortiz Mayagoitia iba a ser el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y cabeza del Poder Judicial de la Federación.Sólo había un punto que resultaba incierto. No se sabía si obtendría los votos necesarios en la primera o en la segunda vuelta.La duda, para algunos, para los que no estaban en el grupo de mayoría, había sido sembrada tras el discurso de despedida que emitió Mariano Azuela en su último informe de labores, en el que advirtió sobre protestas y divisiones en la Corte por la elección y de su sucesor, y en la que llamó a la unidad.Pero desde el año pasado, las cuentas decían que Ortiz tendría máximo siete votos. Los mismos que salieron ayer del recipiente en donde se depositaron los votos de los 11 ministros de la Corte.Quizá por eso, en la oficina de Ortiz, la mudanza para pasar a ocupar el lugar destinado al presidente de la Corte quedó lista tan sólo unos minutos después de que se oficializó su triunfo.Tal vez por eso mismo ninguno de los ministros tocó el tema de la elección antes de salir a la sesión pública, aun cuando desde alrededor de las 9:00 horas se habían reunido para desayunar juntos.En el desayuno no pasó nada. Algunos chistes y comentarios de las vacaciones. Una que otra risa nerviosa. Pero de la elección, nada. Y así siguieron hasta que se dirigieron al antepleno, al lugar donde el público no los veía, pero sí escuchaba las sonoras carcajadas que caracterizan al ministro Ortiz, y las alegres risas de la ministra Margarita Luna Ramos.Entraron a la sesión pública o como recientemente dicen "salieron al aire", con nueve minutos de retraso.El rostro largo de los ministros Olga Sánchez y Sergio Valls era evidente, de un lado.Frente a ellos, José Ramón Cossío, de quien se comentó en reiteradas ocasiones que operó para generar división en la Primera Sala de la SCJN y ganar votos en favor de Ortiz, dejaba escapar una leve sonrisa.La presencia de Azuela presidiendo la sesión generó desconcierto. Descontándolo a él, que había ocupado la presidencia en contienda, el ministro decano era Genaro Góngora y a él, se pensaba, le correspondía dirigir la elección.Pero no. Azuela es más grande, de edad que Góngora, y reclamó su derecho como decano.La sesión dio inicio. Guillermo Ortiz comenzó a absorber y a regresar sus labios, repetidamente, a su posición normal.Y en esas estaba cuando optó por masticar discretamente un chicle, y el ministro Sergio Aguirre despejó las dudas y anunció su retiro de la contienda porque, revelaría, sólo dos ministros le habían ofrecido su apoyo.Él era el único que le podía restar un par de votos a Ortiz en la primera ronda, y generar una segunda votación.Pero despejado el camino, todo quedó listo para que Ortiz ganara en la primera ronda.Fue entonces cuando vinieron los votos a su favor -que no se hicieron públicos, pero que fueron confirmados por algunos de los ministros-, de Sergio Aguirre, José Ramón Cossío, Margarita Luna, Fernando Franco, José de Jesús Gudiño, Mariano Azuela, y, claro, el de Ortiz por Ortiz.Y un voto, dicen que el suyo propio, a favor de Sergio Valls.Y los tres votos a favor del ministro Juan Silva Meza, quien en realidad encabezaba la competencia y un proyecto distinto al de Ortiz Mayagoitia.Después ya sólo fue cuestión de que Ortiz tomara protesta, jurara guardar y hacer guardar la Constitución, y sacara el discurso, que traía listo no bajo la manga pero sí bajo la toga, para que llegaran los aplausos y las felicitaciones.Y luego los abrazos, incluso los de fotografía, como el que le dio el ministro Juan Silva Meza, quien se ubicó como su principal rival en la contienda por la presidencia, aunque en el plano personal es amigo de Ortiz desde hace varios años.Y para cerrar: los comentarios irónicos que preguntaban que dónde estaban las divisiones anunciadas por Azuela, y que concluían que la unidad de la Suprema Corte está en la misma diversidad de opiniones entre los propios ministros.
Miércoles 03 de enero de 2007
Todo estaba listo. Antes de salir de vacaciones, el 15 de diciembre pasado, una cosa era clara: Guillermo Ortiz Mayagoitia iba a ser el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y cabeza del Poder Judicial de la Federación.Sólo había un punto que resultaba incierto. No se sabía si obtendría los votos necesarios en la primera o en la segunda vuelta.La duda, para algunos, para los que no estaban en el grupo de mayoría, había sido sembrada tras el discurso de despedida que emitió Mariano Azuela en su último informe de labores, en el que advirtió sobre protestas y divisiones en la Corte por la elección y de su sucesor, y en la que llamó a la unidad.Pero desde el año pasado, las cuentas decían que Ortiz tendría máximo siete votos. Los mismos que salieron ayer del recipiente en donde se depositaron los votos de los 11 ministros de la Corte.Quizá por eso, en la oficina de Ortiz, la mudanza para pasar a ocupar el lugar destinado al presidente de la Corte quedó lista tan sólo unos minutos después de que se oficializó su triunfo.Tal vez por eso mismo ninguno de los ministros tocó el tema de la elección antes de salir a la sesión pública, aun cuando desde alrededor de las 9:00 horas se habían reunido para desayunar juntos.En el desayuno no pasó nada. Algunos chistes y comentarios de las vacaciones. Una que otra risa nerviosa. Pero de la elección, nada. Y así siguieron hasta que se dirigieron al antepleno, al lugar donde el público no los veía, pero sí escuchaba las sonoras carcajadas que caracterizan al ministro Ortiz, y las alegres risas de la ministra Margarita Luna Ramos.Entraron a la sesión pública o como recientemente dicen "salieron al aire", con nueve minutos de retraso.El rostro largo de los ministros Olga Sánchez y Sergio Valls era evidente, de un lado.Frente a ellos, José Ramón Cossío, de quien se comentó en reiteradas ocasiones que operó para generar división en la Primera Sala de la SCJN y ganar votos en favor de Ortiz, dejaba escapar una leve sonrisa.La presencia de Azuela presidiendo la sesión generó desconcierto. Descontándolo a él, que había ocupado la presidencia en contienda, el ministro decano era Genaro Góngora y a él, se pensaba, le correspondía dirigir la elección.Pero no. Azuela es más grande, de edad que Góngora, y reclamó su derecho como decano.La sesión dio inicio. Guillermo Ortiz comenzó a absorber y a regresar sus labios, repetidamente, a su posición normal.Y en esas estaba cuando optó por masticar discretamente un chicle, y el ministro Sergio Aguirre despejó las dudas y anunció su retiro de la contienda porque, revelaría, sólo dos ministros le habían ofrecido su apoyo.Él era el único que le podía restar un par de votos a Ortiz en la primera ronda, y generar una segunda votación.Pero despejado el camino, todo quedó listo para que Ortiz ganara en la primera ronda.Fue entonces cuando vinieron los votos a su favor -que no se hicieron públicos, pero que fueron confirmados por algunos de los ministros-, de Sergio Aguirre, José Ramón Cossío, Margarita Luna, Fernando Franco, José de Jesús Gudiño, Mariano Azuela, y, claro, el de Ortiz por Ortiz.Y un voto, dicen que el suyo propio, a favor de Sergio Valls.Y los tres votos a favor del ministro Juan Silva Meza, quien en realidad encabezaba la competencia y un proyecto distinto al de Ortiz Mayagoitia.Después ya sólo fue cuestión de que Ortiz tomara protesta, jurara guardar y hacer guardar la Constitución, y sacara el discurso, que traía listo no bajo la manga pero sí bajo la toga, para que llegaran los aplausos y las felicitaciones.Y luego los abrazos, incluso los de fotografía, como el que le dio el ministro Juan Silva Meza, quien se ubicó como su principal rival en la contienda por la presidencia, aunque en el plano personal es amigo de Ortiz desde hace varios años.Y para cerrar: los comentarios irónicos que preguntaban que dónde estaban las divisiones anunciadas por Azuela, y que concluían que la unidad de la Suprema Corte está en la misma diversidad de opiniones entre los propios ministros.
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